Pascua luce sus insignias
Las 32 cofradías portaron sus estandartes en la procesión que da entrada a siete días llenos de Pasión
LOURDES DURÁN. PALMA. "Hace diez años que estoy aquí, y nunca había visto esta procesión. ¡A no ser que la hicieran más tarde, tras el cierre de la tienda!", decía la tendera, a la espera de echar el cierre a su negocio de venta de oro frente a la iglesia de los Caputxins, lugar de encuentro de las 32 cofradías que ayer protagonizaban la procesión de los Estandartes, la antesala de la Semana Santa.
Afinaban palillos y redoble los Tamborils de la Sala. Ellos eran los encargados de abrir el paso de una procesión que luce la esencia de la cofradía: sus insignias. Cada una de ellas, acompañada de dos nazarenos. De la más bisoña, la de la Caridad, a la más añeja, la de sa Calatrava, que, por una vez, cedió su lugar a la Dolorosa con motivo de la celebración de su centenario. Entre medias, las treinta restantes, orgullosas de sus santo y seña.
En la calle, un run run de cierre de negocios, de avíos propios del inicio de la semana de vacaciones de Pascua y de ver en directo "la hermandad del abuelo", como decía un más que orgulloso nieto al paso del trío de caperuzas.
Los hilos dorados de las insignias, los brocados en plata, las telas de seda o damasco, izados al aire de una tarde noche que venteaba primavera. Unas jóvenes con pañuelo interrogaban a una señora. Las marroquíes agradecieron la explicación y siguieron, impertérritas, su camino en su día de fiesta.
Mientras, Miguel Costa, secreterio de la organización, se mostraba tranquilo. Todo en orden. Puntualidad extrema. A la hora anunciada, se echaba a la calle la primera de las procesiones de Semana Santa.
De Caputxins a Sant Miquel, donde pilló a más de uno concluyendo sus compras, mientras en el templo de la calle se vendían palmas "de palmito auténtico" a 3, 8 y 10 euros. Una pareja de turistas se había hecho con una pequeña vara, para entrar en vereda.
El itinerario de esta procesión es uno de los más cortos, no por su extensión, sino porque sólo tres cofrades representan la cofradía. En apenas noventa minutos, se alcanzó el destino: la iglesia de Sant Francesc.
No hay pasos, ni paradas. De tres en tres, a un escaso metro de distancia entre ellos, tal cual un desfile que en la calle Sant Francesc, ya sin comercios y apenas nadie, parecía una estampa de la Edad Media. Antes, una eslava reproducía a través del móvil la escena. Se la escuchaba hacer la coda, "pom pom" a su interlocutor.
Pregón y concierto
Aguardaban en la basílica de sant Francesc, Rafel Pericás, presidente de la Associació de Cofraries, junto a feligreses como la anterior alcaldesa de Palma, Catalina Cirer. En el templo, iban tomando posición los nazarenos de las treinta y dos hermandades. Les aguardaba mossén Antoni Gili, encargado del pregón. La clausura de la procesión, el concierto del pianista Joan Roig.
No hay comentarios:
Publicar un comentario