viernes, 2 de abril de 2010

Articulo "Diario Mallorca" 2 Abril 2010

Una muchedumbre arropa a las cofradías durante la procesión del Crist de la Sang

Un locutor narró los pormenores de cada paso a la salida de la Misericòrdia antes de que la comitiva emprendiera la marcha


LORENZO MARINA. PALMA. La plaza del Hospital se convirtió ayer en una suerte de museo al aire libre de imaginería policromada. Los pasos aguardaban la llegada de su correspondiente cofradía para unirse a la procesión estrella de la Semana Santa de Palma: el Crist de la Sang.
En torno a las 19.00 horas, los primeros tambores asomaron por el patio de la Misericòrdia. Una representación de las 33 cofradías que conforman la procesión por excelencia encabezó la multitudinaria comitiva.
A medida que iban apareciendo, un locutor relataba la historia y los pormenores de cada cofradía. También se adentraba en los detalles de cada una de las tallas. La Hermandad de la Santa Caridad y del Beato Junípero Serra se encargó de abrir el camino.
Los primeros vítores y aplausos se dieron con la aparición de Nuestra Señora de la Esperanza. Los costaleros, pese a la prohibición y la agria polémica del año pasado, se esforzaron por bailar la imagen. Una ovación, acompañada por gritos de "guapa", arropó la aparición de la talla. Su ornamentado manto verde y las numerosas flores despertaron la admiración a su paso. Algún "ooooolé" entonaron los más entregados a Nuestra Señora de la Esperanza.
No tardaría mucho tiempo en revivirse una escena similar. Nuestra Señora de la Salud despertó entre el público sentimientos similares. Una calurosa ovación dio la bienvenida a la imagen.
Al igual que con la talla de Nuestra Señora de la Esperanza, los costaleros de Nuestra Señora de la Salud hicieron un esfuerzo extra en determinados puntos de la procesión y bailaron la imagen. Su hermanamiento con la Virgen del Rocío quedó de manifiesto.
Las ventanas del Hospital General se convirtieron ayer en un palco privilegiado desde donde poder divisar la procesión. Los aledaños estaban marcados por un continuo ir y venir de nazarenos. Mientras unos cofrades, despreocupados, aguardaban la llegada de su turno a cara descubierta. Los que se encontraban a punto de salir se mostraban sumamente concentrados.
"Es larguísima, está bien para verla un rato, pero toda...", apuntó una mujer instantes antes de abandonar su puesto en la fila. Pese a ello, la presencia de público apostado a ambos lados de la calle fue muy numerosa.
Después de sortear los vericuetos de la Misericòrdia, la procesión descendió la Costa de la Sang, cruzó las Ramblas antes de enfilar la calle Oms hasta alcanzar la calle San Miquel, atravesó la Plaza Mayor, la calle Colón, y Palau Reial para desembocar en la Seu.
Las procesiones se convirtieron en un reclamo turístico. Anglosajones, alemanes, junto a mallorquines, observaron el desfile con distintos ojos. Mientras los primeros trataban de escudriñar la tradición cultural y religiosa latente en los pasos, los mallorquines trataban de localizar a su familiar o amigo oculto bajo el capirote de nazareno.
Los legionarios también hicieron aparición durante la más celebrada procesión de la Semana Santa. Asimismo, un pequeño grupo de guardias civiles desfiló junto a la efigie de El Cautivo.
Mientras, la aparición de cofradía de penitentes del Santo Jerónimo retrotrajo a la más pura ortodoxia de la Semana Santa del medievo. Embutidos en sobrios trajes de cáñamo, portaban un cilicio a modo de cinturón. Por si fuera poco, los penitentes arrastraban pesadas cadenas para dejar constancia de su suplicio. La humildad de esta cofradía contrastó sobremanera con los vistosos trajes de la inmensa mayoría.
Por su parte, los nazarenos de la cofradía de Nuestra Señora de la Merced, vestidos en blanco marfil, arrastraron consigo la leyenda de canjearse por presos que se encontraban en riesgo de "perder la fe".

Almohadilla cervical

Aunque muchos de los pasos discurrían sobre ruedas, otros muchos, en cambio, tenían en los costaleros su esforzada propulsión. Antes de cargarse el peso prolongado sobre los hombros, los costaleros se acomodaban su acolchada almohadilla cervical.
Sobre las 21.30 horas, dos horas y media después de su salida, las primeras cofradías alcanzaron la Seu. El retraso era tan mayúsculo entre unos y otros que, incluso, tuvieron que esperar para que otras muchas cofradías no quedaran descolgadas.
"¡Na Cris!", exclamó una mujer al descubrir quién era la nazarena que se escondía tras el capirucho. Ella se echó mano al bolsillo y extrajo un considerable número de piruletas y caramelos. Los más jóvenes dieron cuenta en poco tiempo de los dulces que les ofrecían.
El más esperado de la jornada, el Cristo de la Sang, tardó un tiempo considerable en salir de la iglesia. Pasada ya la madrugada, hizo la procesión hasta la Seu.
La Empresa Municipal de Aguas y Alcantarillado (Emaya) puso ayer en marcha un dispositivo especial para tratar de mitigar al máximo los efectos de la procesión. Una máquina decapadora limpió la cera acumulada sobre el asfalto después del incontable trasiego de velones encendidos en la procesión más emblemática.

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