Confits de caperutxa
Es Dijous Sant, estimada,
vos via de dur confits;
sa butxaca es foradada
i varen esser sortits.
Mossèn Antoni Maria Alcover i Sureda (1862-1932): “Corema, Setmana Santa i Pasco”.
Dentro de unos días la Cuaresma tocará a su fin y entraremos en Semana Santa. De nuevo nuestras calles serán el escenario de la expresión de fe y devoción popular con sus desfiles procesionales rememorando la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo que, por cierto, este año en Palma vienen con cargada polémica, que no es nueva en este terreno, con el cambio del orden cronológico de las cofradías, sobre todo en las procesiones del Jueves y Viernes Santo.
Pero esta no es cuestión para que tenga hospedaje en estas páginas digitales. La nuestra es la de dar a conocer, como suelo hacer cada año por estas fechas, temas que tengan relación con nuestra Semana Santa, con sus costumbres y tradiciones endémicas y que nada tienen que ver con las que concurren en otros lugares de la geografía española, sobre todo las del sur.Una de las estampas más características de las procesiones de Semana Santa en nuestro suelo insular -y miles de veces inmortalizada en periódicos, televisiones locales y fotografías particulares- es la de ver en primera línea del itinerario de las procesiones a la chiquillería alargando las palmas de sus manos solicitando a los anónimos cofrades un confite: nuestro típico confit de caperutxa. Son bolas de azúcar con colores blanco y rosado. Y también suelen ser de dos tamaños. Los grandes llevan una almendra en su interior.
Abundante es la documentación histórica relacionada con los confits que se conservan en archivos, la cual sería imposible transcribirla en esta página. Veamos unos simples reseñas.
La elaboración de confits en Mallorca ya estaba presente en los tiempos medievales. Sus fabricantes pertenecían agremiados al Col•legi dels Honorables Sucrers, Candelers, Especiers i Adroguers. Se trataba de uno de lo gremios de menestrals (artesanos) con unas ordenanzas más estrictas. Una de ellas dictaba que ninguno de sus agremiados pudiera almacenar materias primas, por manera que todos los que las adquiriesen en cantidad superior de 50 libras de peso debían de ponerlo en conocimiento a su armenia (junta directiva) y ofrecer a otros menestrals de su gremio parte de ellas al mismo precio que las habían adquirido.
Este gremio, que estaba bajo el patronazgo celestial de Nostra Senyora de la Purificació, tenían sus asambleas en el desparecido convento del Carmen, actual Tesorería de la Seguridad Social de la Rambla dels Ducs de Palma de Mallorca.
El documento más antiguo es el recogido por el erudito en varias artes Estanislao de Kostka Aguiló i Aguiló (1859-1917). En su “Colección de leyes suntuarias del Reino de Mallorca” nos dice que en 1474 la noble señora Beatriu de Pinós pagaba cuentas por diversas libras de peso de avellanas y almendras tostadas para elaborar confits.
En el año 1612, el padre rector del colegio de Montesión de Ciutat lograba que el virrey prohibiese la venta de confits, turrones y demás productos azucarados durante la procesión del Jueves Santo, momento en el que los comerciantes los ofertaban.
Curioso es el edicto emitido en 1631 por Joan Baptista Zaforteza, vicario general de la diócesis mallorquina, vedando bajo pena de excomunionis major que los cofrades lanzasen confits y otros alimentos a las mujeres que asistían como público a la procesión del Sant Crist de la Sang.
Los cònsols ( cónsules) del gremio del los sucrers acuerdan en 1705 que es necesario un permiso escrito para expender productos gastronomitos azucarados fuera de las tiendas; y que para conseguir dicho permiso se tendría que abonar a los fondos del gremio 20 sueldos por día de venta en la vía pública, estando exceptuados del abono de la licencia los agremiados que los vendieran desde Navidad hasta finalizar los días carnavaleros en el arrabal de Santa Catarina, San Nicolau de Porto Pi y en los aledaños del convento de Jesús.
En el “Llibre de pagaments de la Confraria de la Sang de Jesu-Christ comenssat en l´any 1754”, el clavari (tesorero) de la cofradía asentaba en 1771 una partida de gasto por varias libras de confits para obsequiar a sus cofrades.
El obispo Llorenç Despuig i Cotoner (1706-1764), queriendo que los confits no fueran consumidos en el interior de la catedral, dictó: “Manam en pena de 3 lliures que ningú pugue menjar confitures, ni altres coses dins de la iglesia, ni donarle a altres, ni a los que van a la processó mentres fan aquella”.
Otra de las costumbres relacionadas con los confits en estos días santos de ayuno, reflexión y de oración, sobre todo practicada en la part forana de Mallorca, era que los novios regalasen a sus prometidas una buena cantidad de confits acompañados de un cirio ornado con una veta. Después, ellas se reunían en el interior de una iglesia y entre todas hacían alardes de cuál tenía el mejor y más grande presente recibido, situación que a veces, como ocurrió en Andratx a finales del siglo XVII, hubo un enfrentamiento por contrariedad de opiniones entre las instituciones locales eclesiásticas y civiles, teniendo que tomar cartas en el asunto el obispo y el virrey.
Desde hace unos años se pueden ver algunos miembros de las distintas cofradías obsequiar al público asistente con unos caramelos representándola la figura de un penitente. A pesar de eso, seguirá siendo el confit de caperutxa mallorquín el elemento gastronomico azucarado por excelencia de nuestros peculiares desfiles procesionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario